Brincar de punto a punto, manteniendo una línea intermitente que me obligue a flotar llena de helio en la (grgrg). Una mano delicada (izquierda), grande acompañada de su muy sensual compañera: otra mano hermosa (derecha) ambas marcadas por grietas evidentemente empíricas, dejando una clara estela definida por los años... (desconocidos) rodeadas por el ruido del sistema de transporte colectivo en marcha, envueltas por la luz del vagón, protegidas por una fina capa de vello y las conversaciones de un par de amantes no muy amorosos frente a ellas. Música de fondo: el barullo más fuerte de todos, el millón de pensamientos que atraviesan mi cabeza mientras intento no olvidarlas, asirlas el mayor tiempo posible, no perderme nada. ¿No es esta la obsesión fotográfica contemporánea? la saturación de imágenes actual me parece un síntoma de esta asiedad devoradora, no perderse nada, tenerlo todo y entonces, más y más y más...
Entonces las veo plasmadas en papel, en barro, registradas de algún modo que las libere (si es que resultara posible) de su performatividad, de la acción que las hace tan hermosas al encontrarse tan quietas, esperando llegar a su destino. Tan cerca y tan lejos de mi... esperando mis manos experimentar la definición tactil de la admiración al ponerse yema a yema con aquellos dedos sentí que en el espacio donde suelen estar había un espacio en blanco, como el de los exámenes a responder o cualquier otro blanco en un espacio no necesariamente textil (sueño dorado de toda honorable señora de lavadero). Llegó un momento entre todo esto que menciono en el que recordé que las manos suelen llevar o ser llevadas más bien por un resto de cuerpo. Mucho cuerpo o lo que le sigue al inicio del cuerpo, del modo en que prefiera ud. leerlo, cuerpo al fin, y con éste una identidad bueno para no hacer esto largo aún mas largo quiero decir que sentí la mirada incómoda del poseedor del objeto de mi mirada cautivada y seguí sin dejar de mirarlas, qué carajos. Todo esto por calmar mis ansias observadoras sumamente impertinentes antes de llegar al lugar donde sabía, me encontraría con una identidad, pegada a un resto de cuerpo sublime.
Los cuerpos -las manos, los ojos- son enamorables. Los hombres, las mujeres, son posibilidad de cuerpo. ¿Será que hay cuerpos sin moldear, perdidos en el laberinto de la identidad? A esos sí le entro.
ResponderEliminarEs decir, si indagamos es qué nos puede atraer de un otro, creo humildemente, que más que órganos o cuerpos -sin, con o cualesquier alegato postestructuralista que se le quiera hacer- el interés, la atracción, la búsqueda, se encuentra en lo que no ha sido, en la posibilidad de ser.
ResponderEliminarDeleuze ni más ni menos echaron su firma completa, llena de orín intelectual en el comentario inevitablemente con fines de eliminación no solo de los órganos sino de la forma o morfa los cuerpos del sr awelo. Quítense que ahí les va,rizomático... y si, yo también le entro.
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