lunes, 21 de marzo de 2011

desde aquel que soy

Ha de resultarle cotidiano ya. Tantas veces escuchar frases como "qué lindos ojos tienes", "me gustas", etc. cada que le miro no puedo pensar en cosas que no se relacionen con ese tipo de líneas. Le quiero, no puedo evitarlo. Así como se quiere el calor que genera perderse en una pintura de Monet. Manet, quien sea... vamos que el enorme placer estético de compartir el mismo espacio con tan magnífica entidad humana aún no deja de robarme el aliento. Cada que me dirige la palabra todo da vueltas, rápido lento rápido lento rápido lento, eeh?! ahm ahm di algo di algo inteligente, no, mejor, simpático... ¿y por qué no ambas? ahm ahm di algo!!! ------ nada. Ser objeto de su mirada así se siente: ser objeto.
Las 8:26, no recuerdo cuando fue la última vez que miré el reloj a esta hora. A las nueve, a las siete... nunca a las ocho. Hm. ¿Cómo hacer para quitarle la densidad a esto que escribo? cada letra lleva una carga que joroba mi espalda. La hace caer pesada sobre las palabras que dejo aquí plasmadas. Para mí, pesado... para ella cotidiano. ¿Alguna vez lograré apropiarme algo de esa cotidianeidad tan evidente? ¿De esa familiarización de lo extraordinario? 
 Cada que digo extraordinario cuestiono la escala con la que sopeso qué es extraoridnario y qué no lo es. Verdugo y juez. Juez y parte. ¿Parte de qué? ¿alguna vez será completo? de nuevo de pregunta en pregunta. Tanto brinco marea. 
 Todo esto lo escribo lejos, lejos de esas manos... de esos ojos que me contienen entero. 

 Hasta ahora he sido alguien más. Hace ligero el asunto, lo diluye... le quita lo mareador. Vamos que escribir a través de los dedos de alguien más aunque sean los míos es como la coca-cola al whiskey. Raspa menos.

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